En su afán por rentabilizar el Ancla II, el dueño de la compañía crea un servicio de bodas a bordo, para desgracia de Gabriel. La primera pareja que acude solicita también la organización de una despedida de soltera para ella y Marga preparará todo con gran dedicación, pero tendrá problemas a la hora de encontrar un stripper: necesita un hombre guapo y con un cuerpo de escándalo y entre la tripulación no halla candidatos… hasta que se le ocurre una idea brillante. Asimismo, Mariano aprovechará la ocasión de tener tantas mujeres a bordo con ganas de fiesta para tratar de echar una canita al aire. Él piensa que muy mal se le tiene que poner la cosa para no triunfar y apuesta cien euros con Gabriel, que cree que fracasará en su empeño. Centrado en ganar la apuesta, el supervisor decide bajar su listón al mínimo, lo que tendrá consecuencias inesperadas. Paralelamente, Natalia aprovecha que el Ancla II ha atracado en Valencia para salir a dar una vuelta y vuelve con Puchi, un perrito adorable que ha encontrado abandonado. Para evitar que la descubran decide esconderlo y para ello recurre a Rai, que está muy agobiado intentando terminar un trabajo para la universidad. Ajeno a todo esto, Campillo diseña un "operativo especial de vigilancia" al sospechar que Palmira está llevando a cabo alguna oscura actividad a bordo del buque.