Pelayo imita a la incansable Makoke a modo de conejo de pilas inagotables, lo que provoca las carcajadas de su compañera. Montoya se tizna la cara, cree que quizás los cocos peludos puedan volver a poner de moda el vello corporal y le ofrece sus manos ennegrecidas a Anita, que las acepta sin dudarlo.