Los supervivientes se enfrentan de nuevo a la lluvia, esta vez con el problema añadido de tener que proteger el fuego que tanto les ha costado lograr. Manuel es ahora el único habitante de Playa Misterio. Busca almendras para llevarse algo a la boca de buena mañana a falta de, tostada y salmorejo, y ha encontrado un ermitaño al que bautiza como Ermi y que parece hacer caso a sus instrucciones.