Después de acudir al funeral de una amiga, Sole empieza a plantearse seriamente la posibilidad de hacerse un seguro de entierro. Sin embargo, cuando recibe la visita del comercial de la funeraria, se asusta terriblemente. Aída se siente atraída por un hombre al que no tarda en considerar su media naranja. Se trata del empleado de la funeraria (Álex Angulo) un hombre macabro, estrambótico, raro y con un sentido del humor peculiar que conquista a Aída para sufrimiento de Sole que no ve futuro en la relación. El frutero se ha trasladado a casa de Gonzalo imponiendo su particular concepción de la limpieza. Gonzalo le advierte que debe ser más ordenado y cuidadoso, pero el frutero le aconseja que viva de una forma más natural sin preocuparse por la suciedad.