Resueltos los problemas de Oblonski, Ana Karenina se dispone a regresar a San Petersburgo, no sin antes confesar a su cuñada lo desagradable que le resultó el baile de la noche anterior. En la estación, Ana se encuentra con Wronsky, con quien hace el viaje de regreso. En San Petersburgo la espera su marido, que se siente feliz de volver a tenerla a su lado. Al llegar a casa, el pequeño Sergio recibe alborozadamente a su madre y los regalos que esta le trae de la capital.