Berto comienza un rodaje sobre su propia vida como padre novato. Lo cual coincide con el embarazo doble de Sandra. La familia está atravesando algunas dificultades y Lucas está reivindicando su papel como agente del caos. Es el momento perfecto para que a Berto se le ocurra picarse con otro padre de la escuela a través de notas anónimas que se hacen llegar en las mochilas de sus hijos. Todo un ejemplo de madurez.
Lucas participa en un festival musical de diferentes escuelas que comparten método educativo. Cuando llegan al festival, a más de una hora en coche, resulta que Berto se ha dejado las entradas en casa. Es normal que se haya despistado, tiene que compaginar la vida familiar con el rodaje de su serie, y es muy estresante. Está sometido a demasiada presión, podría estallar en cualquier momento.
Las vidas de Berto y Sandra cada vez parecen más diferentes: él más centrado en la serie y ella más agobiada compaginando su trabajo en el hospital con el embarazo, Lucas en pie de guerra y un marido ausente. Necesitan divertirse un poco y se regalan una noche para salir por ahí. Eso sí, por separado, como parece que lo están haciendo todo últimamente.
Siete años antes del nacimiento de Lucas, dejamos a Berto y Sandra enrollándose por primera vez en un cuarto de suministros de un hospital. Parecía el final de una cita. Error: era más bien el principio de la cita. Veamos cómo continuó esa noche. Y también es momento de echar un ojo a 1986. Berto y Sandra niños vivieron algunas experiencias que les marcaron para siempre, y cuyas huellas tendrán consecuencias en su vida actual.
Las cosas se complican. Lucas se porta mal en el cole; la madre de Berto sufre un accidente doméstico; el rodaje está siendo emocionalmente intenso para Berto, cosa que Sandra no termina de entender, como si no tuvieran ya suficientes problemas reales. Por si fuera poco, en la escuela han organizado un cumpleaños conjunto con temática de Halloween, cosas de la enseñanza moderna ¿Qué puede fallar?