Tras varios días sin encontrar agua y sobreviviendo con el agua de coco, los restos de bidones y un poco de agua de mar, los hombres están agotados y, cada vez, más desesperados. Las duras condiciones en las que se encuentran hacen que alguno de ellos se plantee abandonar la aventura. En estas circunstancias, el grupo encuentra la solución a uno de sus principales problemas, lo que supone un revulsivo para el estado de ánimo general. Sin embargo, esta satisfacción será momentánea: la falta de comida es cada vez más peligrosa y, lo que es peor, se produce un grave incidente que amenaza la supervivencia. La Isla no tiene piedad con nada ni nadie.