Clara y Santiago se enteran de una verdad espantosa. El fierro con el que mataron a su hijo Ignacio tiene las huellas dactilares de su tío, Miguel Goycolea. Con esto, el cura se convierte en el principal sospechoso de la muerte del joven y es buscando intensamente por la policía. Clara quiere enfrentarse con Miguel y saber realmente qué pasó con su hijo y por qué lo mató, por eso, realiza un llamado a través de la prensa para que el sacerdote se entregue. Además, Florencia recibe un mensaje de Miguel Goycolea pidiéndole perdón y el detective Carvacho realiza pericias en el lugar donde Hans realiza las fiestas de la red de prostitución sexual.