1909. La muerte del tío José causa conmoción en el ánimo del pequeño Arturo. A casa del difunto llegan los parientes, ávidos de hacerse con los bienes que ahora son de su viuda, la tía Boldomera, una beata sin muchas luces, manejada por su confesor. Arturo es testigo de la enérgica intervención de la abuela Inés.