En los últimos años del Siglo XVII, las derrotas en los distintos frentes en los que España se debatía, unidas a las distintas bancarrotas del Estado durante el reinado de Felipe IV, necesitaban de una mano firme que recondujera con éxito una situación cada vez mas complicada. Pero desgraciadamente, el rey Carlos II no era ni mucho menos el mas apropiado para conseguirlo.