A principios de siglo XX una ciudad con chimeneas humeantes era el símbolo de la prosperidad, del trabajo y del progreso. Pero muy pronto la gente empezó a darse cuenta de los problemas que ello conllevaba para los alimentos y la salud. Poco a poco, a fuerza de accidentes y muertes, se fue comprendiendo la tragedia que se gestaba en las ciudades llenas de polución. En 1952 la polución de Londres se llevó por delante a 4000 habitantes en una sola semana. Las fábricas pasaron a las afueras, y el aumento de los vehículos añadió un nuevo tipo de polución a las ciudades.