La historia nos sitúa en España en un futuro más o menos próximo, imaginario pero factible. Se han abolido las autonomías y la situación de crisis económica y social es todavía más profunda. Es un país en bancarrota donde se multiplican los casos de corrupción entre una clase política esclava de los poderes económicos que vive ajena e insensible a los verdaderos problemas de los ciudadanos. Todos ellos conforman una casta de intocables preocupada únicamente de mantener sus privilegios. Mientras tanto, la clase media ha desaparecido. La mayor parte de la población sobrevive por debajo del umbral de la pobreza. Se tambalean entre la crispación y la frustración, sin saber qué pueden hacer para cambiar su miserable destino. En este contexto estalla una revolución imparable liderada por enfermos terminales.
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