En el 2003, 10 habitantes de un pueblo construyeron pequeñas casas. Las paredes interiores exhibían poesías y proverbios ilustrados con imágenes que debían exhortar a las personas a comprometerse con un mundo mejor. Esta vez el artista documentó en un film la vida de las personas en el poblado de Koyamaru. Durante dos años grabó su cotidianidad, sus festejos y los trabajos durante las cosechas en las distintas estaciones del año.
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